martes, 6 de enero de 2015

EL COLOR Y SU IMPLICANCIA SOCIO-CULTURAL EN LA INDUMENTARIA.

Patricia Marina Doria es diseñadora de Indumentaria, egresada de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1996-1998, ayudante 1º adhonorem (Secretaría de Investigaciones en Ciencia y Técnica, FADU-UBA, en el proyecto "Percepción visual de las modalidades de distribución espacial de la luz", con subsidio UBA, proyecto AR-003/J). Miembro de la comisión directiva del Grupo Argentino del Color, miembro de la International Association for the Semiotic of Space y de la International Association for Semiotic Studies. Ha presentado trabajos en congresos nacionales e internacionales.
Actualmente es docente de la UBA en la carrera Diseño de Indumentaria y Textil; de la Universidad de Palermo, en la carrera diseño de Modas y docente en el Centro Argentino de Estudios de Modas. 
Es consultora independiente en imagen corporativa, empresarial e indumentaria laboral. 

La necesidad de vestirse que se manifiesta en el hombre se explica por un lado, por el hecho de cubrirse y por otro lado, por normas culturales, en las que influyen desde la posición social, la religión, la sexualidad y la psicología. El vestido es una construcción material que responde a técnicas determinadas, y al mismo tiempo simboliza, expresa y genera emociones, indica pertenencia, sugiere relaciones espaciales y temporales. El hombre, al crear este signo, lo que hace es expresar con su apariencia y con su forma, el momento social que está viviendo, su contexto ideológico y sensible. Mediante esta apariencia creada por él, incita a ser conocido y reconocido por los demás, es decir, es su representación social, es su máscara. 
Si bien los estudios de indumentaria han contemplado el color como uno de sus componentes, es difícil encontrar trabajos específicos sobre el color y la indumentaria estrictamente. El objetivo de este trabajo es estudiar las diversas maneras en las que el color constituye el elemento más significativo de la indumentaria. Mediante el color, podemos diferenciar los objetos; nos da también la posibilidad de distinguir los bordes de las cosas. El hombre, al lograr separar la cosa del color, logra que éste se constituya como signo. En la dimensión de la semántica, el color es considerado como un signo que puede sustituir a otras cosas.
En estas páginas, nos interesa enfocar las relaciones entre los colores y los objetos que ellos pueden representar, y las maneras en que los códigos, asociaciones y significados delcolor cambian, según el entorno de referencia en el cual se desarrollan y las relaciones que involucran factores humanos con los aspectos socioculturales que le otorgan sentido.
Al igual que cualquier símbolo, el color evoluciona y se transforma a través del tiempo, diacrónicamente. Los distintos colores afectan la apariencia superficial del vestido, logrando modificaciones en la percepción visual, creando límites físicos (cortes, avíos, uniones, texturas) y límites semánticos, los cuales darán lugar a convenciones y normativas culturales en los distintos grupos e individuos.
El vestido (al transformar el cuerpo real) consigue hacerlo significar en un cuerpo ideal, impuesto por las pautas socioculturales imperantes en un período determinado: modifica la figura, alargándola, disminuyéndola, afinándola, es decir lamoda puede someter cualquier cuerpo real a una estructura postulada y cualquier cuerpo sensible a un signo de poder (Barthes, 1967). Pero ¿de qué manera el sujeto modifica o adapta su situación en un medio en el que debe actuar: trabajo, baile, guerra, tiempo libre, religión, grupo de pertenencia, etc.? Son situaciones de conducta social en las cuales el sujeto se viste para actuar del ser del hacer. Lo que a continuación voy a realizar es una serie de cortes en la historia en los cuales podremos ver cómo el color se transforma en el elemento más significativo de la indumentaria. 

Los Colores y el Poder
En la antigüedad clásica, ya aparecen los colores en la indumentaria ("contrariamente a la presunción de una antigüedad blanca") y algunos de éstos, fundamentando el significado de la misma prenda. El rojo, dice Déribéré (1958), está relacionado con la vitalidad y la acción; otros autores (Racinet, Boucher) nos muestran que los colores del poder giran alrededor del rojo: púrpura, carmesí, escarlata, que son también los colores de los militares y guerreros bárbaros, celtas, galos, germanos, teutones. En Roma, la toga era la principal prenda de vestir exterior que llevaban los ciudadanos. El emperador llevaba una toga púrpura como máxima autoridad del poder. El colos principalis del púrpura registra el más elevado índice de apreciación, hasta convertirse en el color officialis, llamado color imperial y perrogativo de los Césares. En su momento, el púrpura era un signo que indicaba riqueza; sólo los ricos podían pagar esta tintura, era una expresión de actividad y privilegio de la familia augustea, que producía leyes y normas respecto al producto terminado, su comercialización y precio en el mundo romanizado. Pero luego, con el transcurrir del tiempo, su significado se resemantiza convirtiéndose en un símbolo de espiritualidad y sublimación. Dice Goethe (1945): "en todo tiempo han estado de color púrpura los soberanos. Todo ambiente así trasunta gravedad y magnificencia".
En la actualidad, este símbolo depoder, espiritualidad y sublimación lo vemos reflejado en las sotanas utilizadas por los curas católicos para el culto: negra, para los sacerdotes; púrpura, para los obispos; roja, para los cardenales y blanca, para el Papa.
En los accesorios también podemos encontrar una relación entre el color y el poder; por ejemplo: el guante, fue un instrumento de protección y de elegancia, también fue símbolo de fuertes valores sociales, rico en fascinación, y sugestión. Encontramos guantes rojos en el blasón del Sacro Imperio Romano, rojo para el poder de los cardenales y los jueces supremos. En la liturgia católica, no obstante, el color del guante para el Papa es blanco (el significado de este blanco en las manos está relacionado con la posibilidad de servir de canal o filtro al exterior de todo lo benéfico que el Papa pudiera transmitir).
Veblen (1985) en su "Teoría de la clase ociosa", nos indica que la utilización del blanco en la indumentaria muestra que el usuario portante tiene un alto nivel económico; esto es fácil de deducir por el cuidado que se requiere para mantener esa blancura impoluta. Ese usuario consume sin producir y no se dedica a ninguna tarea específica. De esta manera, el blanco pasa a ser un signo de status y poder económico.
A finales del siglo XVI, la corte española se presentó como enemiga de las corrientes de reforma y de progreso, aún en el campo de la moda. Carlos V impuso a su corte una etiqueta muy estricta y fue la cabeza de este movimiento, afirmando el gusto y las costumbres españolas en los países conquistados. La moda española del siglo XVI era la expresión de la contrarreforma católica. Estos trajes oscuros y pesados como el ambiente, ceñía a la persona en una coraza que la deshumanizaba obligándola a adoptar actitudes rígidas. Coincidiendo con la manera de hablar y pensar del momento. En este contexto, el prestigio y el poder aparecerían asociados al negro por su connotación de sobriedad. 

El Blanco y el Negro
como valores morales
Sobre este paradigma negro-blanco dice Baudrillard (1994) "El negro tiene todavía hoy valor de distinción, de cultura, opuesto a toda la gama de colores vulgares. El blanco, por su parte, domina todavía en el sector "orgánico" [...] todo lo que esté en prolongación inmediata con el cuerpo tiene que ir de blanco; desde hace generaciones, es el color quirúrgico, virginal, que previene al cuerpo de su intimidad peligrosa para sí mismo y borra las pulsiones".
En la cultura judeocristiana, el blanco es utilizado en nacimientos, bautismos y casamientos, con un significado de iniciación, principio, pureza e inocencia.
En Roma, un ciudadano considerado de buen vivir usaba una toga de lana blanca, llamada "toga cándida", que era llevada sólo por aquéllos que se postulaban para las elecciones (de ahí el término candidato: sin malicia, sencillo y sin doblez). Pero, el ingreso de los bárbaros al Imperio Romano produjo cambios en los gustos de vestir; la toga sencilla y blanca fue sustituida poco a poco por trajes coloridos, con franjas, borlas y joyas de Oriente. Los romanos censuraban estas costumbres bárbaras creyendo que los llevarían inevitablemente a la decadencia. No obstante, la antigüedad dejaba de ser blanca y pura.
En el Renacimiento, las reglas dictaban que las partes visibles del cuerpo fueran inofensivas para el ojo y placenteras para la nariz, guardando más relación con el sentido de laapariencia que con la higiene. Una apariencia limpia era una garantía de buena moral y posición social, donde la importancia de la ropa blanca se identificaba con la pureza de la piel que había debajo. Los argumentos sobre las enfermedades en los baños públicos (sífilis, "embarazos de baño") ayudaron a la utilización de la ropa blanca, la cual absorbía la transpiración, atraía las impurezas y, de esa manera, el usuario no se enfermaba. Como consecuncia de esto, a finales del siglo XV, las camisas y camisolas blancas comenzaron a deslizarse hasta salir por debajo de la vestimenta, dejando ver un toque de encaje blanco en el cuello y en las muñecas. En los siglos XV y XVI, se convirtieron en extraordinarios cuellos denominados "gorgueras". En el siglo XVII, se extendieron sobre hombros, pecho y antebrazos. En el siglo XVIII, se convirtieron en cascadas de encajes blancos y adornos. Cuanto más blanco aparecía, mayor era la moral e higiene de quien lo portaba.
El blanco higiénico, sobre todo el que se impone a partir del siglo XVIII, presupone una filosofía casi pragmática, como una segunda piel, extendiendo una acción dominante de limpieza sobre las áreas de sombra.
Este área de sombra está asociada con el negro (que por lo general se relaciona con la muerte y las tinieblas), es un signo todavía pagano no sólo del reino infernal, sino de la perdición eterna: es un color negativamente terrenal y de la condenación del pecado; así también, las brujas en la imaginería popular) aparecen vestidas de negro. Sin embargo, el traje litúrgico negro que utilizaban los monjes, tanto de las órdenes monásticas del siglo IV de San Benoit como los monjes Benedictinos del siglo XII y los Dominicos, tiene otra connotación. Estas largas túnicas negras con solamente un escapulario son símbolo de ese ascetismo, que muestra la indiferencia respecto de los bienes materiales terrenos y una búsqueda de espiritualidad.
Como vimos anteriormente, la influencia de Carlos V y el austero estilo español llegó también a América entre 1830 y 1870; en la Argentina, el luto era obligatorio y el tiempo de uso tan extenso que incluía los trajes de novia, que también llegaron a ser negros.
Lipovetsky (1990), en su libro El imperio de lo efímero, nos habla de la gran renuncia masculina del siglo XIX: en la burguesía ascendente, el traje masculino es negro, para distinguirse de la nobleza, sus brillos, lujos y frivolidades, las cuales se dejan exclusivamente para la mujer. Con esta actitud y el negro de sus trajes, el burgués comunica que el ahorro, la discreción y la austeridad son sus principales valores y principios. Pero, este significado que tenía el negro (austeridad, prestigio y sobriedad), comienza a variar o a evolucionar.
En la década de 1950, los jóvenes motociclistas llamados "rockers" usaban camperas de cuero negras, sugiriendo violencia, protesta y agresión. Alrededor de 1980, esta simbología es tomada por los grupos "Punk": un negro vinílico de protesta frente a un mundo que les deparaba un "negro futuro". Esta indumentaria de vestir de los motociclistas demuestra estar determinada más simbólica que funcionalmente. Esto ocurre porque la sociedad, al multiplicar la fabricación en serie de los objetos, enriquece su sistema diferencial de formas, dando lugar al nacimiento de un vocabulario más complejo para poder nombrarlos. Esto explica, también, cómo la sociedad puede desprender fácilmente el signo de la función y penetrar con significaciones variadas en los objetos utilitarios funcionales que fabrica (Barthes, 1967). Con frecuencia, en los símbolos se da la contraposición blanco-negro, como positivo-negativo. Siguiendo a Cirlot (1992), "en el blanco y el negro se da la oposición de dos mundos". En los primeros años de la década del '20, el jazz rompe la barrera social que dividía la música blanca de la negra; esto ocasiona importantes efectos en la moda; una de las más difundidas por hombres y mujeres fue la de los zapatos combinados blanco y negro. Como la nueva música, también el zapato bicolor parecería proponer unasuerte de armonía multiracial. 

Los Colores y la pertenencia a un grupo social
Al ingresar los bárbaros al Imperio Romano, como vimos anteriormente, se produjo un cambio en la vestimenta y en las costumbres. La lujosa vestimenta oriental era mal vista por los romanos; pero, en sus campañas, para mezclarse entre ellos y pertenecer o apropiarse de ese nuevo grupo, los romanos se investían de bárbaros y, al regresar a su hogar, se volvían a colocar la toga blanca, símbolo de la República Romana. Este disfraz bárbaro constituía una especie de conjuración que utilizaban los romanos contra el peligro de absorción por parte de los extranjeros. Al nombrar el mal, éste es menor y se es menos víctima de él. En muchas comunidades nativas americanas, los indígenas se vestían con la piel del jaguar; de esta manera creían recibir algo del poder del animal, y así podrían defenderse de él.
En la Edad Media, los escudos de armas estaban ornamentados con los colores el feudo al que correspondían. Los pajes estaban vestidos con los colores de su señor. También llevaban un pañuelo cuyo color señalaba de qué provincia eran: Flandes, verde oscuro; Borgoña, rojo; Bretaña, negro-blanco; la nobleza de París, azul. Poco a poco, cada señor fue teniendo sus colores personales. Las personas de su casa se adornaban con su blasón. Estas sociedades consideraban abiertamente a su vestido como un conjunto de signos, el vestido antiguo no jugaba a ser función, sino que anunciaba su artificio y la corrección de éste estaba dada por normativas, es decir la relación como signo entre el mundo y el vestido debía estar dada únicamente por normas sociales.
Estos símbolos, como los escudos de armas, quedaron fijos y se convirtieron en hereditarios bajo el control de un rey, siendo utilizados para distinguirse en las batallas cuando tenían el rostro cubierto. En el arte de la guerra, los cuadros multicolores de las tropas en una batalla campal, servían para distinguir las formaciones a los ojos del comando y, por lo tanto, proyectar las incursiones y los asaltos.
Por otra parte, René Guénon (en Cirlot, 1992) hace notar la coincidencia de que el personaje de Beatriz aparezca en la Divina Comedia vestida, según Dante, de verde, blanco y rojo, símbolo de esperanza, fe y caridad, respectivamente. En el siglo XV, ciertas Universidades tienen como insignias doctorales, junto con el birrete, un copo de seda blanca (fe) para los teólogos, verde (esperanza) para los canonistas y rojo (caridad) para los juristas.
Mediante estos cortes diacrónicos realizados en la historia, podemos concluir que, el color y la indumentaria, al igual que cualquier símbolo, evoluciona y se transforma a través del tiempo con las diferentes culturas y grupos humanos, e incluso entre los distintos individuos. Y, por otra parte, siguiendo a M. Rivière (1977), podemos deducir que, a pesar de los cambios históricos producidos en la sociedad, el poder y la dirección del mundo sigue concentrado en un reducido grupo de poder, los cuales marcan una estética determinada y una ideología precisa. Por lo tanto, el vestido y el color fueron utilizados siempre como signos comunicativos del poder de los individuos.

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